lunes, 27 de julio de 2009

El retrato de aquella mujer sentada en el mantel de duraznos

Dibujar tu rostro con un lápiz de punta de azúcary borrar los trazos con mi boca adormilada.
Pintar un Lenin muy dulce en la puerta de un violonchelo mudo.
Lavar en seco, dejando la máquina encendida.
Armar y desarmar sin preocuparnos de que las piezas encajen.
Escribir cartas y olvidarnos del remitente.
Nadar hasta La Habana, dejando de lado la hidrofobia.
Comer chocolates hasta el hartazgo y luego vomitar todo para desvanecernos.
Dejar de podar el césped para sumergirnos en una piscina de hierba.
Revolcarnos en el cieno porque nos gusta, porque nos llena.

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